domingo, 10 de febrero de 2008

Cali: "magno pop" a la francesa.

La música de Cali (alias de Bruno Caliciuri) es un auténtico festín. Este hombre, perteneciente por maneras y por edad a la corriente que renueva la vigencia de la chanson francesa insuflando la modernidad justa al clasicismo, al igual que Yann Tiersen, Vincent Delerm o el referente Dominique A, satisface sin empachar. Convenció con un primer disco arrebatador, ( L´amour parfait, 2003) posiblemente el mejor de aquel año, con el segundo globalizó su concepción del pop con éxito ( Menteur, 2005) y con el tercero, que es un directo (Le bordel magnifique, 2006), ratifica su aceptación popular en un concierto brutal. Ahora, quedamos expectantes ante uno nuevo que se anuncia con la icónica colaboración de Mike Scott.

Sus canciones, impregnadas de una pasión no disimulada y arregladas, siempre con un cuidado primoroso, resultan la perfecta síntesis entre ese rock épico impulsado por violines y cuerdas y la tradición de la canción europea, atesorada a través de esos grandes interpretes belgas, franceses y mediterráneos. Cali es un megalomelomanomaniaco y un motivo para disfrutar de la música.

sábado, 9 de febrero de 2008

"In the next life...

... the first thing I’ ll do is find Allison before anyone else does and then I’ ll carry her away with me to live in New York City”. Washington Square Serenade es pues la suma de Allison Moorer y New York City. No te activa o te paraliza como Trascendental Blues o como Jerusalem. Pero la sincera exposición de la renovada vida de Steve Earle y su permeabilidad a un enfoque, digamos, un poco más global y algo menos country, ofrece destellos interesantes y alguna chispa de genialidad.

Washington Square Serenade camina firme bajo una patina urbana la mar de agradecida, incluso en algún punto recuerda a Shawn Mullins o a John Mellencamp sin que suponga merma. No obstante en este disco esta tan cerca de Towns Van Zandt como de Manu Chao. Con su banda habitual, esperemos que en barbecho, y con una apariencia de auténtico spoken poetry man, se permite hasta el lujo de dejarse caer en cierta pose. No hay motivos para asustarse. Es la actitud del hombre que como en las notas interiores del disco manifiesta, está seguro de una o dos verdades. Y lo que en otros resultaría odioso en él es entrañable. Esta vez, Steve se ha ido a vivir al barrio con su chica.

CMGHB.


La Canción Más Grande de la Historia de Boston empieza en una esquina y acaba en el dormitorio de un chaval de 16 años.

Es un soplo de viento en la cocina y el casco quebrado de un barco repleto de gente enferma y hambrienta; un código entre los chicos, “guárdate de los golpes en el costado”, envalentonados entre jamaicanos, negros e hispanos.

No sé como se pronuncia el nombre del pueblo de mi abuelo pero a mi padre tampoco le preocupa demasiado: anda roto cargando chapas.

Gritan, acechando el humo en sus pulmones, bajando por Kelly´s Street, me saludan con un gesto de cabeza: el asedio y toma del pavimento empieza hoy pero yo tengo una cinta que grabar.

Invoco a Woody Guthrie en los momentos de necesidad: cuando la calle me vuelve la cara y cuando no tengo donde regresar, rezo como un poseso.

Pondré esa canción la primera, la que es más grande en la historia de mi ciudad, hay otras buenas pero está tiene que ser la primera, por derecho y porque la segunda dura siete minutos y medio.

sábado, 2 de febrero de 2008

The Drams: chapuzón de largo recorrido.


Durante casi diez años, Slobberbone repartió entre los aficionados al country-alternativo grandes alegrías con su rock terroso y abigarrado disparado como una huida al desierto a fondo perdido. Más violentos que sus coterráneos texanos, Centro-Matic, no encontraron cobijo en el revuelo ocasionado por Wilco, más preocupados por noquear con las canciones que por la brumosidad eléctrica. En 2005, el capitoste de la banda y otros dos miembros más, unen fuerzas con músicos de los también texanos Budapest One para alumbrar a The Drams, ente que tiene la particularidad de aunar el bagaje anterior con un espíritu nuevo y pop de alta concentración. El producto del cruce es macizo en el sonido e inapelable en las canciones, pudiéndose escuchar en el brillante Jubilee Dive (2006).

Uno se desarma ante el pildorazo vital de Unhinged, ante el derroche melódico de You Won’ t Forget, ante la épica de la inabarcable balada September ‘s High o ante el sinfonismo lírico de Wonderous Life. Las guitarras abundantes y decididas y el teclado soleado y versátil otorgan personalidad a este compendio de canciones que se dejan durar lo que deben durar, conformando un debut libre y lleno de estados de ánimo.

Lo opuesto al sexo.


Ejemplo de lo que a finales de los 90, viniendo desde fuera de los grandes estudios tenia cierto potencial comercial. Escrita y dirigida por Don Roos y protagonizada entre otros por Christina Ricci, Lisa Kudrow y el indie star Martin Donovan, contaba las desventuras de una chica de 16 años que cree saber un montón de cosas sobre la vida (y que al final, resulta que las sabe) y que decide marcharse de su agitado hogar familiar para ir en busca de su hermanastro, un profesor de literatura que vive en la casa de su pareja fallecida, y para hacer lo que le da la gana, no necesariamente en este orden. Todo se complica, evidentemente, y lo hace cuando la chica, según dice, se queda embarazada del novio de su hermanastro.

Lo bueno está en un ocurrente guión que condiciona también la manera de contar la historia: la voz en off de la adolescente aparece y desparece de escena alterando la cronología a su antojo y comentando con sarcasmo los tópicos que aquejan a esas películas de “iniciación a la vida”. Sin embargo, eso es sólo un elemento más entre muchos diálogos memorables. Si quieres saber que es lo opuesto al sexo, tienes que verla, claro.