sábado, 27 de diciembre de 2008

El fin del amor.


Es el fin del amor tal como lo conoces” y una lúcida y convencida declaración de las que contiene el nuevo disco de Los Fabulosos Cadillacs. Ya hubo un adelanto en el fallido homenaje que en forma disco se brindaba a Andrés Calamaro por parte de una heterogénea y grotesca mezcla de artistas españoles y argentinos. Allí, los Cadillacs destacaban versioneando La Parte de Adelante en un fogonazo skatalítico sin ambages y sin ambiciones “evolucionistas”. Esa grabación suponía el regreso tras el concierto despedida registrado en el Hola/Chau (2000) y tras la última muesca en estudio, La Marcha del Golazo Solitario (1999), insolente demostración de fuerza y facultades para otra obra maestra que los situaba tanto a la altura de cualquier banda latina del Nueva York de los 70 como de cualquier banda de rock alternativo del Nueva York de finales del siglo XX. Y encima, procesadas todas las aspiraciones “desconstructivistas” y progresivas con Fabulosos Calavera (1997), ilustraron su cancionero con magníficos estándares jazz que se podían barruntar pero no imaginar de esa altura.

Y ahora, el regreso de Los Fabulosos Cadillacs parece un punto y aparte de lo anterior, la evolución musical, en formas y concepto, más afinada desde The Clash pero tan prolongada en años que no tiene parangón. La Luz del Ritmo (2008) será para algunos una excusa en formato plástico para armar y dotar de contenido a una “gira llena estadios” y a una restauración de la leyenda de una de las bandas más populares de América. Lo cierto es que eso, unido a que el disco contiene revisiones de antiguos temas e incluso uno de La Marcha... y a que ahora, (y desde su desaparición) son el absoluto baluarte y referente de eso que fue y es llamado “rock latino” proporciona un cierto aire nostálgico que puede anular la verdadera vigencia de su propuesta actual.

Musicalmente La Luz del Ritmo podría malentenderse como una involución, pues a la manera del tema citado del homenaje a Calamaro, echan mano de canciones "antiguas" y exceptuando Condenaditos que es del 99, no los remozan sino que los vuelven a interpretar. Aunque claro, la visión contemplativa del ska de Calaveras y Diablitos nada tiene que ver con la versión del ska de rompe y rasga de Yo te avise! Y por eso surge algo como Basta de llamarme así, una balada adolescente sincopada cuya letra dotada de nuevos significados alcanza altas cotas de profundidad. En otros casos, como con la clásica Padre Nuestro, condimentan una de sus especialidades, la recreación y legitimación de un estilo popular ( de la calle); en este caso la cumbia villera, infecto y trasnochado género para algunos y materia de primera de orfebrería rítmica y sentimental para otros. Además, sucede otro tanto con las respetuosas y convincentes versiones ajenas, en las que con el mismo apasionado indisimulo recurren a sus primeros referentes. Y si Mandness afloraban en muchas canciones, hacen reivindicación expresa con los covers de The Clash e Ian Dury.

Contado así puede parecer un compilado en el que se reproduce su primeriza pasión por el ska y la latin music, pero las nuevas canciones son la argamasa que eleva al disco por encima de la mera reunión de viejos compañeros. Falleció Gerardo Rotblat el percusionista quizás responsable del salto cualitativo que llevo a los Cadillacs a transformarse en El León y por encima de todo, a convertirse en concienzudos estudiosos de los ritmos y estilos callejeros de su continente. Y así, La Luz del Ritmo se revela como un tratado sobre Vida y Muerte que no esconde su esfuerzo por sincerarse con su público y con el amigo ausente desde una fragilidad y agradecimiento que no requiere de ninguna máscara o coartada para expresarse. “Todo se acaba pero que dure una eternidad” es una demoledora y sencilla línea de las que recoge Nosotros Egoístas, genial título y alegato pop que retoma la luminosidad perdida que encerraba alguna de sus primeras canciones y que como otros cortes, está tocada por una inmediatez esencial que parece que, al menos en España se ha perdido y que sólo, de vez en cuando, se halla en algunos indies desprovistos de cinismo y teórica. Feliz regreso. Los Fabulosos Cadillacs han superado las pretensiones y los objetivos y celebran el camino como fin.