viernes, 10 de abril de 2009

Who knows where the innocence goes?



Recientemente Counting Crows han anunciado en su página web que abandonan la “multinacional” que les ha amparado durante sus dieciocho años de carrera. De esta forma, aunque todavía no saben como, continuaran presentando y distribuyendo su música por otros medios y ya fuera de los estrictos cauces de una gran compañía. Se cita en este memorandum de ruptura a otras bandas que compartieron sello tales como Nirvana, The Posies o Sonic Youth y lo cierto es que, patente la diferente manera de comprender la música y el negocio por todas ellas, no se le puede negar a Counting Crows un compromiso con lo que les movía y querían hacer en cada momento a pesar de que, evidentemente, no siempre acertaran. Cada disco ha sido y es un planteamiento único y reconocible dentro del hilo argumental de su trabajo y en el año 1996 fabricaron mi puerta de entrada, Recovering the Satellites, el de envoltorio verdoso. Turbulencias líricas arropadas por unas guitarras especiales que eran pletóricos arañazos intentando poner orden en tanta oscuridad. La glamourosa balada Long december fue uno de sus grandes éxitos pero aquí recupero Angels of the silences (en una grabación del programa del simpar Jools Holland), la que me convirtió. La primera canción de apertura que ocupaba el track dos tras el inolvidable desperezo de Catapult. Al final, lo vieron en su Greatest Hits y entonces comprobamos porque estaba tan claro que debía ser la segunda canción del disco. Suck my blood.

Avida Dollars.

Me encanta lo nuevo de The Unfinished Sympathy; aunque se advierten enseguida qué discos van a perdurar en la estantería, a no todos se les concede la gracia de pernoctar indefinidamente en el reproductor. Ajustado minutaje, estupenda secuenciación de canciones y nutritivas letras y melodías.

Socorría el argumento de que las bandas españolas debían escorarse o dejarse filtrar por las influencias autóctonas y los efluvios sureños o mediterráneos para competir en igualdad de condiciones con las bandas foráneas. Y así, se encontraban multitud de ejemplos de gente del pop y del rock que atrapa canciones memorables con un matiz melódico o con un aire que es claro que un inglés o norteamericano no podrían darle sin antes haber estudiado mucho. Sin perjuicio de ello, es cierto también que las bandas de aquí, y también las que cantan en inglés se benefician de un componente de “ajeneidad”, una distancia, cultural y geográfica, qué no sé si es lo que hace que logren esa concisión y esa concentración que se logra por ejemplo en este Avida Dollars. Canciones como Continental Drift, Girl you don´t have a heart o por ejemplo, la que titula el disco, te remueven por dentro, a la par que constituyen contundentes y decididas respuestas melódicas a la apatía de siempre.