domingo, 11 de diciembre de 2011

Floating.



Supe de Greg Trooper porque era el compositor de Everywhere, una de las canciones que más me habían gustado del Billy Bragg de Don´t try this at home. En las notas interiores de este Floating, el gran Steve Earle recordaba la primera vez que escuchó a este hombre y alababa sus dotes como escritor de canciones. Para este disco, se convocó sólo a los músicos estrictamente necesarios para vestir a las composiciones a imagen y semejanza de su autor, un tipo sencillo que gusta de llevar sombrero y un poco, con aspecto de cómico de monólogos. Aquí, hay baladones country-soul con órgano, ritmos trotones, medios tiempos folk y temas añejos con sabor a pequeño clásico.

Cybertropic Chilango Power.



El exuberante título de este disco refleja perfectamente su contenido y la ambición sonora que desplegaba. Los De Abajo, banda mexicana asociada a la escena ska nacional y con cierta proyección exterior al editar en el sello Luaka Bop de David Byrne, representaban lo mejor del hambre cultural, dinamismo y creatividad que mostraban grupos como Fabulosos Cadillacs o Maldita Vecindad. Para Cybertropic Chilango Power subrayaron su raigambre local y destaparon un puñado de canciones apasionadas y redondas. El tiempo pasado revela que fue esencial Dani Carbonell (Macaco), quién produciendo el disco no sólo dotó a las canciones de una acertada y respetuosa patina tecnológica sino que creo, supo contener y ordenar el torbellino rítmico y los excesos de Los De Abajo. Lo que salía era un disco rematadamente urbano, callejero pero estiloso, y que se nutría, a excepción de algún apunte balcánico y salsero, de patrones tradicionales mejicanos.

Passenger.



Por un lado, Lisa Hannigan hace gala de una voz dotada de una clara sensibilidad pop mientras que por otro, el utillaje con el que urde sus canciones, anda más cerca de la música tradicional, aunque instrumentado hacia una ejecución bien contemporánea. Y ese es un poco el concepto de esta antigua compañera de Damian Rice, su parcela es, dígase, la canción irlandesa porque ella es… irlandesa y su manera de presentarse, de vestir y de estar es manifiestamente… irlandesa. En su nuevo disco, Passenger, la produce el norteamericano Joe Henry y se nota en la selección de músicos y el extremado cuidado con el que se arreglan las canciones, repercutiendo todo ello en un acabado mucho más definido que en el anterior y primer disco, a pesar de utilizarse básicamente, la misma instrumentación. La sucesión de cortes se desenvuelve con bastante calma en general – aunque el tema que lo abre resulta un tanto vehemente -, y Lisa guitarra, ukelele o mandolina en ristre, preside las tonadas con cierta afectación natural pero siempre con esa sensación de que parece no querer molestar demasiado y así, cuando termina la pista diez, pasa lo que pasa.

The Eleventh Hour.



Rod Jones, el guitarrista de los escoceses Idlewild presenta en sociedad The Eleventh Hour, el primer disco de su recién creada banda The Birthday Suit. Mientras su compañero Roddy Woomble ha explorado con grandes resultados, y siempre primando su posición de cantante, su interés por la música escocesa tradicional y por un folk-rock más o menos conocido, Jones ofreció con A Sentimental Education, su primer disco en solitario – publicado bajo su propio nombre -, un distinguido acercamiento acústico y pastoral con inusitadas paradas en un folk evolucionado lánguido a veces, otras combativo y siempre, revelando un marcado imaginario local. Muchos aspectos de su debut se conservan ahora en este proyecto grupal, pero ahora con una clara voluntad eléctrica que arrima estas nuevas canciones a los primeros trabajos de Idlewild. Este es sin duda el aspecto más celebrado de The Eleventh Hour, un muestrario rock, de producción austera y con algunas canciones verdaderamente buenas, en las que prima la inmediatez y la frescura de un sonido en el que participan en igualdad de condiciones los riffs y la distorsión eléctrica y la contribución de las cuerdas representadas por el violín y el chelo. Lo mejor de The Birthday Suit, la apreciable falta de pretensiones y la familiaridad que desprenden.

Ritos de tránsito.





La natural discreción de Buddy Miller le emparenta con los grandes secundarios, un loado actor de carácter cuyo reconocimiento, se limita aparentemente a su destacable papel como acompañante y colaborador de por ejemplo una Emmylou Harris. Es, claro, un extraordinario guitarrista, dueño de una digitación bastarda en la que conviven armónicamente el country y el soul sureño y dueño también de una versatilidad que lo mantienen vigente y reconocible en el devenir de estilos o artistas que se arriman a las músicas americanas. Además, es un notable cantante y compositor y como muestra, está canción exquisitamente interpretada, incuestionable aportación al acervo popular y otra historia única y conmovedora con un protagonista afligido en busca de un poco de descanso.

domingo, 30 de octubre de 2011

An Appointment with Mr.Yeats.





El hecho de que Mike Scott, trabajando bajo la marca The Waterboys, ya hubiera manifestado musicalmente su admiración por el poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats, presagiaba cierta indiferencia ante el anuncio del lanzamiento de An appointment with Mr. Yeats. Pero no tanto porque las últimas entregas de The Waterboys fueran deficientes, al contrario, en Karma to Burn se reivindicaba un directo poderoso y en Book of Lighting, con sus altibajos, ofrecía un balance notable en canciones y en producción. Las dudas iban más por el tratamiento que las adaptaciones iban a tener, pues un rutinario argumento acústico parecía una de las opciones. Ahí no se contaba con el hecho de que Mike Scott encontró en Yeats a un colaborador, antes que a un vetusto escritor al que rendir pleitesía. Con su relación con el mito perfectamente normalizada, no duda en reunir a una banda heterogénea con paradas en varias generaciones. Por supuesto está el violin de Steve Wickham, pero también la clase a los vientos de Kate St. John, o la formidable y perturbadora voz de Katie Kim. En definitiva, una nutrida selección de músicos que le brinda a Scott unas posibilidades y una confianza de la que carecía desde las sesiones del Room to roam. An appointment with Mr. Yeats explora un sonido reconocible rebuscando en el mejor legado de The Waterboys pero sin remilgos, con la magnética voz de Mike Scott sumando logros expresivos a base de robustas canciones y dotando a la iconografía celta del escritor de un agradecido armazón eléctrico. No estaría mal ver en las listas títulos aparentemente extemporáneos como The Hosting Of The Shee, News For The Delfic Oracle o An Irish Airman Foresees His Death. De hecho, temas como Sweet Dancer o la adictiva Politics son verdaderos himnos pop, y como tales, capturan vivos los vientos que se filtran en estos tiempos nuestros. Exactamente, lo mismo que hacían The Waterboys hace más de veinticinco años.


Las cenizas.





Siempre al borde de convertirse en caricatura de los peores tópicos del rock and roll, Ryan Adams estaba acorralado. Desde hace diez años produciendo discos que son recibidos con desgana, aunque también con cierta tolerancia y es que cualquier mínimo acierto se tendía a interpretar como una vuelta en condiciones. Al final siempre ganaba el pulso, logrando que la crítica participara complacida de su desorientación, alabando sus días buenos, cuando extraía oro de sus derrotas y de su aparente inseguridad. Ahora se revela con un video bonito y extraño sin aparente hilo argumental. Una canción que es un encomiable ejercicio de síntesis y que no defrauda.


sábado, 3 de septiembre de 2011

Diamond Mine.



Kenny Anderson es un veterano de la escena alternativa escocesa, extendiendo sus redes desde el folk y el rock y embarcado desde hace años en diversas historias unipersonales o compartidas con otros artistas como la efímera banda de culto Karthoum Heroes. También es el responsable de Fence Records, ese sello-comuna que en los últimos tiempos no ha parado de editar discos interesantes en un terreno musical indefinido pero siempre estimulante. Últimamente, Anderson funciona bajo el alias de King Creosote y es con esta encarnación que decidió sumar esfuerzos al inglés Jon Hopkins para componer y producir el inesperado álbum Diamond Mine. Las costas escocesas y en concreto, las playas y los pueblos pesqueros del East Neuk han servido de inspiración para dar vida a este relato, eminentemente artesanal, sobre un lugar y un modo de vida, varado en el tiempo y ajeno al ruido al que nos hemos habituado. La labor de Hopkins, productor y autor de bandas sonoras pasa por aportar sus grabaciones de campo y las brumas electrónicas que acogen los instrumentos y la voz lánguida de King Creosote. El resultado es intencionadamente discreto, pausado, pretendiendo ser descriptivo pero reservando su espacio para la sugestión. Un viaje abierto, costumbrista y romántico que parece murmurar sobre incontables vidas cruzadas e identificadas con un entorno que es el que ejerce de verdadero narrador.

The Hill.




Con este disco se presenta en sociedad James Walbourne, joven músico británico de ecléctica y prolongada trayectoria pero que por vez primera encabeza su propio proyecto. The Hill, es una agradable sorpresa en la que Walbourne ratifica sus dotes como guitarrista, hábil y siempre comedido y se revela como un convincente autor y cantante. Las canciones y el arte del disco, evocando el barrio londinense de Muswell Hill, construyen un entramado de historias, preferentemente urbanas, que remiten en su sonido al country y al blues en dialogo continuo con el pop británico de toda la vida y hasta un singular acercamiento a la raíz celta. Walbourne ha ejercido como músico de acompañamiento de Son Volt, Edwin Collins, The Pogues o The Pretenders y es ese bagaje el que se deja notar en el disco, un buen puñado de estilos puestos siempre al servicio de la canción y combinados con pasmosa naturalidad. Aquí, hay tradición y también renovación, esa frescura que quizás aporta el haber pasado tanto tiempo como músico de apoyo y sin la presión que impone el protagonismo. The Hill se rubrica con la participación de músicos de renombre como James Fernley de The Pogues o el prestigioso y ubicuo batería Jim Keltner.


martes, 9 de agosto de 2011

La música del diablo.





Uno de los números más celebrados de Circuital, el último disco de My Morning Jacket, es este Holdin on to Black Metal, canción-vodevil realzada por este video bizarro que gustaría a los Fabulosos Cadillacs de Fabulosos Calavera. Una entidad extraterrestre secuestra a la orquesta de Xavier Cugat y les obliga a ejercer de robots en un olvidado teatro sureño plagado de espectros chupasangres. Los robots se terminan convirtiendo en los nuevos amos del rock de estadio y someten a su publico a base lounge machacón o casi...

100 broken windows.



En 2010 se cumplieron los diez años de la publicación de 100 broken windows, el segundo disco de la banda escocesa Idlewild. Con este motivo se editó una special edition con el disco original remasterizado y otro adicional con el consabido material extra. En este caso, un segundo cede con la inclusión de maquetas, caras b y las legendarias sesiones con Bob Weston (Shellac) que completarían en los estudios de Steve Albini en Chicago. Con 100 broken windows, la banda optó por Dave Eringa como productor con quién siguen trabajando en la actualidad, desquitándose así del decepcionante resultado de su primer disco ( Hope is important), y obteniendo en los Estados Unidos el éxito comercial que hasta entonces se les había negado. Las doces canciones del disco destilaban por fin la solución a la que Idlewild aspiraba: aunar con naturalidad cuidadas melodías con guitarras noise. Lo consiguen a través de un sonido más corpulento y también más matizado, que deja a un lado los fogonazos punk y la indefinición que en general acusaba el anterior disco. Igualmente, en las letras también hay un salto cualitativo, nutriéndose a veces, de los escritos por ejemplo de Gertrude Stein, que entonces captaban el interés del cantante. El segundo cd muestra a unos Idlewild, preocupados por encontrar un sitio y desarrollarlo a partir de una de sus pasiones, el post hardcore americano y en especial, las bandas de rock anguloso priorizadas en el sello Touch and Go (June of 44, Fugazi, Slint,...). A partir de ahí, acometen en este disco suplementario auténticos ejercicios de estilo con aciertos notables, además de revelar ya su querencia por la música británica más ligada al terruño como atestigua la versión de Sandy Denny y como años después corroborarán como grupo y a través de los escarceos en solitario del cantante Roddy Woomble y del guitarra Rod Jones.


sábado, 30 de julio de 2011

Lorenzo 1999 Capo Horn.



Lorenzo Cherubini, alias Jovanotti, es un músico italiano, incansable explorador y trabajador del rock, del funk, del hip-hop y de todos aquellos géneros que sirven para dar forma a su pop heterogéneo, humanista y universal. En los años 80, alcanzó el éxito como un anticipo frívolo de sí mismo, servido para adolescentes y con cierto recorrido incluso por España. Después y resumidamente, vino la conversión a Public Enemy en forma y contenido, al funk setentero y a una conciencia evolutiva inédita en cualquier otra estrella juvenil de su condición. El éxito comercial, le continuó acompañando y hoy, se mantiene consciente en los escenarios italianos y de parte de Europa, además de disfrutar de un estimable halo de prestigio internacional que le ha reportado algunas colaboraciones de interés y apariciones en discos y conciertos colectivos, muchas veces ligados a causas solidarias y de agitación social, además de perderse de vez en cuando en notables experimentos libres y apatridas como “Roma” o el reciente “Oh Yeah”.

De Lorenzo no hay disco malo, pero la adrenalina y el asombro que inyectó su obra de los 90, cuando cada publicación fue una revelación y cuanto menos un revulsivo, se guarda todavía como un cuerpo de trabajo único, frondoso y repleto de territorios vírgenes descubiertos y coherentemente preservados para los años venideros porque si bien estos discos le han allanado el camino y permitido hacerse con muchos lenguajes posteriormente utilizados con solvencia, no los ha perpetuado, ni autoexpoliado sino que ahí quedan indemnes como vigentes retratos de su periplo vital. El llamado “1999 Capo Horn” cierra el siglo y aguanta sobre sus surcos digitales todas las incertidumbres y esperanzas que se manifiestan con el Cambio de los Tiempos.

Lo ubicamos detrás de Lorenzo 1997 L´Albero, un disco deslumbrante, curioso y preocupado por lo que ocurre en su barrio, a la par que en los países más desfavorecidos, armado a base de funk negrísimo y deconstruído y de briosas descargas afroamericanas que emparenta promiscuo con la vertiente más melódica de su tierra. Es una suerte de afro-pop deslenguado y con genio, anticipo de Vampire Weekend o Animal Collective o de toda la resurrección del Afrobeat y de congoleños electrificados. La exhuberancia de 1997, dará paso en 1999 a una contención y a una síntesis musical que es una reacción pero también un remanso cosechado de nuevos aires más fácil de digerir que su precedente. Capo Horn es reflexivo pero también inconsciente, hermético pero también accesible a todo público. Representa una sonoridad sintética y orgánica irrepetible, orgullosamente mediterráneo pero reconocible en todo el orbe.

Las canciones están escritas en la Patagonia o en el Sahara pero también en la Cortona y en Milán y como la portada del disco parece sugerir, no son más que los mensajes de un hombre siempre asombrado, que experimenta de la misma manera un paseo hasta la frutería de al lado de su casa como un viaje a la urbe más superpoblada del planeta. Capo Horn arranca con Per Te y el intimismo sinfónico de una canción dedicada a la hija que acaba de nacer, contiene también algunas de sus “canciones románticas” más celebradas, la rendida Un Raggio Di Sole y la fabulosa Stella Cometa pero también hay temas agitados que claman por la necesidad de la disidencia, levantados sobre un sonido grave y seco como Funky Beat-O, Non C´e´Liberta o Dal Basso, esta con el apoyo vocal del entonces amenazante Michael Franti. En catorce cortes hay también remotas trasposiciones de El Principito como Tutto Puo´Succedere o desvaríos cósmicos de hip hop mutante como La Vita Nell´Era Spaziale. Y más, vueltas vespertinas con swing soleado, consignas de electro tribal y muchos versos, listas y apuntes recitados sobre bajos, baterías, sampleados y programaciones.

Capo Horn registra a pesar de ese eclecticismo un sonido compacto e identificable en cada una de sus canciones, un vehículo que cristaliza un manejo sobrado del pop italiano de siempre y la mejor música afroamericana. Hay aquí un envoltorio sonoro que se mezcla y confunde con las palabras en un viaje al presente, el de 1999, que ofrece también vistas a un futuro que no ha existido o mejor, que todavía no ha ocurrido. Es también, un álbum de viajes local y global, hecho con un objetivo integrador que celebra la diferencia como instrumento de comunicación y que aún con todas sus ambiciones y observaciones alucinadas, se reconoce sincero en sus limitaciones y se exhibe humilde ante los cambios que se suceden, casi siempre, sin posibilidad de controlarlos o comprenderlos pero con los buenos presagios como deseo.


domingo, 10 de julio de 2011

Oh Tall Tree in the Ear.



Además del título de un disco de Elliot Smith, Roman Candle, es hoy el nombre de una banda de North Carolina que desde 1997 vienen facturando estupendas canciones entre el pop y el rock americano de influencia más o menos indie. Hasta el momento Oh Tall Tree In The Ear – titulo ilustrado tomado de Rilke, el poeta – es su último y mejor disco, unas canciones de aquí y ahora, rotundas y ensoñadoras también. Why Modern Radio is A-OK, They Say o Woke Up This Morning son ejemplos de pop superlativo, canalizado a través de muchas guitarras y de un teclado que no es mero acompañamiento sino un hábil interlocutor de esa voz inflamada y despejada que comanda todas las canciones. Un disco de luces y de vistas, con una melancolía combatida y disfrutada a base de paseos matutinos y excursiones de verano.

4 Aces.


A través de Texas Tornados, descubrí el Tex Mex, y estreche lazos con mucha música americana mestiza, apasionante organigrama de vasos comunicantes. Cuando salió este disco, allá por 1996, había paladeado las alegrías que proporcionaban esos estilos que discurrían caudalosos entre Texas y México y que hace ya muchos años, se habían venido encontrando felizmente con el rock and roll. Los Texas Tornados eran una auténtica all star del género, con cuatro nombres representativos de la mejor herencia tejana: Doug Sham, Augie Meyers, Flaco Jiménez y Freddy Fender. En 4 Aces, se reivindicaban como históricos del sonido de la frontera y tras una portada que es casi una película de Walter Hill y que me encanta, presentaban doce canciones, cuidadosamente arregladas y con ayudas ilustres – Jim Dickinson, Ry Cooder, Rosie Flores – llenas de épica de Río Grande, humor tasquero y country regional. Perfecta fotografía de un “tercer país” que vive bajo los radares y que no conoce más fronteras que los ríos y los desiertos.

domingo, 12 de junio de 2011

Hear my song.




Peter Chelsom, antes de diluirse casi por completo en la voraz máquina de Hollywood, dirigió algunas peliculas fabulosas que transitaban amablemente por una especie de costumbrismo mágico con bastantes toques biográficos. En 1991 presentó Hear my song ( aquí estrenada como Algún día te encontraré), entrañable fabulación sobre el tenor Josef Locke, quién tras cosechar gran éxito en tierras inglesas tuvo que retornar y desparecer en su Irlanda natal a causa de problemas con el fisco. Años después regresaría a Inglaterra y es con esa premisa, que Chelsom construye una historia en la que un promotor teatral emprende un viaje homérico hacia las colinas verdes para encontrar al hombre y convencerle para que de un último recital. En youtube se encuentran varios videos de los momentos musicales, especialmente emocionante el reencuentro del público con Locke en Torna a Surriento. El gran Ned Beatty interpreta al cantante.

Mouth to mouth.


Una vez dominado por completo un estilo que bebía por igual del rock y del punk, atravesado de música celta y de luminosas melodías pop, Levellers decidieron magnificar y "alternativizar" su sonido en un album sin desperdicio, que si bien les alejaba de los arreglos combativos más evidentes en sus trabajos anteriores - ese violin en primer plano - arrancaba un puñado de buenísimas canciones que, sin hacerles perder sus señas de identidad más reconocibles, les hacían parecer casi otra banda. Si bien en las letras, continuaban sin más con las relaciones personales, la agitación social y la imaginación como medio tranformador y evasivo frente a la confusión y apatía, instrumentalmente se mostraban menos enmarañados, más definidos y hasta con suntuosos arreglos orquestales en algunos temas.


Corría el año 1997 y este disco les brindó la oportunidad de chapotear en las listas de éxitos y obtener un extraño reconocimiento como parte de la pléyade de grupos que nutrían las filas del entonces laureado brit pop. Canciones como Far Away, Celebrate o Dog Train competian comodamente y junto a otras, descubrían una pequeña senda experimental, a su manera, que consolidarían y agotarían en su posterior disco, el notable Hello Pig. Además, en Mouth To Mouth está Beautiful Day, canónica canción que desprende desde el primer segundo y en cuatro minutos toda la melancolía y la gracia que andabas buscando.

El pájaro tiene un plan.




Cosas que hacer cuando no haces la siesta.

La Piel.



Esta banda de San Sebastian debutó y puso fin a su trayectoria con un disco homónimo rotundo. De los pocos que todavía conservo en cesette. Diez canciones vigorosas, cada una de ellas representando un camino diferente y todas, enmarcadas en un pop rock de línea clara maleado en aires de bolero, de rumba o hasta brisas mexicanas con unas letras precisas y tremendamente bien acabadas. Desconozco cuanto estuvieron funcionando esta gente antes de grabar pero "La Piel" desprende una claridad de ideas y una autoridad que todavía estan buscando multitud de bandas, que surgireron después, y que todavía funcionan alineadas en esa especie de suerte de pop ibérico de fm.

domingo, 20 de marzo de 2011

La huída también era esto.


Hay veces que no entiendes la letra, o no quieres entenderla u oyes lo que quieres oír pero escuchando La Huída, el segundo corte del nuevo disco de Fabián, me pareció advertir un “no dejes que las canciones se conviertan en caminos”. En realidad, la letra dice no ves que las canciones se convierten en caminos, pero como lo dice... Hay cierta suplica en ello y al final, el significado se solapa con lo que inicialmente había entendido. Me había gustado tanto su anterior disco, que estaba aguantando la respiración hasta que apareciera este Después del incendio y otras cosas así, flamante novedad desde la propia portada y el chulísimo empaquetado con que se presenta. Y después de varias escuchas y algunos juegos inesperados de percepción, me encanta tenerlo de vuelta, con más brío eléctrico, con un traje sonoro clásico pero singular en el detalle, cuidado hasta el último doble e incorporando en las letras una apreciable carga de experiencia, desde las crónicas evocadoras, más o menos narradas hasta aquellas que nos cuentan sobre aquello del oficio de escribir e interpretar canciones. Ay, son estos artistas los que ponen en evidencia lo vetusto y anquilosado de nuestras escenas musicales, tan rígidas y preocupadas por distinguir a los buenos de los malos. Habría que olvidarse, borrar las listas, escapar del maldito estatus, de los mensajes ocultos y activar la curiosidad para no olvidarse de Fabián, que el premio vale un potosí. Que no, que no pasa nada si las canciones no se convierten en otra cosa.

domingo, 20 de febrero de 2011

The King is dead.


Las copas de los árboles recortadas con el cielo abierto y el título, The King is dead, avanzan la impronta que deja el último disco de The Decemberists. Una vigorosa proclama que declara el fin de las estaciones más duras pero sin poder dejar de lado, una melancolía y un sentimiento de derrota anticipada que, ahora que el rey ha muerto, no es más que la incertidumbre de lo que vendrá después. Tras el reto progresivo y un tanto indigesto de The Hazards of Love, la banda se recluye en una granja enclavada en un bucólico paisaje, y desprendiéndose de su barroquismo habitual, se entregan a unas canciones que tras sucesivas escuchas van ganando en amplitud, dando vida a un folk-rock de brillante acabado, poblado por acordeones, armónicas y cristalinos punteos eléctricos. Puede parecer más fácil pero es al revés; aquí no hay sutilezas aparentes, y la voz, no susurra apocada sino que clama en pleno campo, no como una plegaria sino como una celebración consciente de lo que se ha perdido.

domingo, 13 de febrero de 2011

¿De dónde viene la luz?



Parece que se reunen para dar un concierto en una emisora de radio y sin embargo, están contribuyendo a un muestreo para una novedosa propuesta científica que habita entre la alquimia pictórica y la física. Un complejo artilugio revestido de espejos registra y distribuye las ondas que genera la música. El objetivo es atrapar el volumen del sonido a través de la refractación.

domingo, 30 de enero de 2011

¡Let Freedom Ring!

Chuck Prophet está que se sale. Hace unos días estaba incendiando, pletórico, las salas españolas con su recreación del London Calling de The Clash y en esas que reparo en ¡Let Freedom Ring!, cuyo primer tema curiosamente parecía barruntar el homenaje clashistico. Es su último disco hasta ahora, grabado en México, D.F., con un montón de canciones buenas que ya quisieran para sí cualquier oso o vaca sagrada de la América del Norte, y con una intensidad y un ambiente que le reinventan y le reivindican de nuevo, como uno de los songwriters más inspirados que tenemos en lo del americana? Por cierto, la singular estampa de portada me da que tiene un nosequé a la portada de El Singapur de Ángel Petisme.

ExPLENDID BEHAVIOUR ARRIVAL.


Conexiones y antojos más o menos extravagantes. Me gustaría decir The Pogues (sin Shane McGowan) y Gabriel Sopeña antes que Tom Petty o Tom Waits o Robi “Draco” Rosa antes que Bob Dylan pero podría resultar, eso, una salida de tono. Este ExPLENDID BEHAVIOUR ARRIVAL, pertenece por vocación a ese apartado de artefactos bastardos y mestizos, que parecen germinar fruto de la amistad y de la casualidad. Y E.B.A. es el nombre que Alfonso Casasnovas y Alan Boguslavsky adoptaron para este proyecto, músicos con un currículo alejado sobre el papel pero compartiendo encuentros y claves comunes. Estas canciones, que por su alineación con un sonido americano fronterizo, más o menos reconocible, parece que se hallaron huérfanas allá cuando se publicaron en 2003, adelantándose en cierto modo a la enorme exposición que ahora sí que tienen estos estilos. Pero veamos más allá porque si bien puede valer esa etiqueta, el todo es pues mucho más que la suma de las partes, como se aprecia al comprobar que el disco empieza de una manera para luego seguir de “otras” bien diferentes, en una especie de trova mutante con una mano en El Portillo y otra en El Paso, que va haciendo la ronda entre brisas de guitarra, confesiones arrebatadas y/o alucinadas, falsetes relajados y juegos bilingües. “No quiero ser aquél tipo del año pasado”, dice el tema de apertura. Si tú tampoco, escuchar estas canciones puede ayudar.

domingo, 9 de enero de 2011

Say Sha Sha.


El pop tiene esas cosas tan buenas. Cada cierto tiempo aparece un imberbe que se maneja con pasmosa facilidad/habilidad en lo de componer e interpretar canciones de porte clásico, sin aderezos, ni coartadas artys. En Sha Sha, publicado en 2002, el talentoso Ben Kweller, alternaba reconfortantes baladas a piano y gozosos riffs de guitarra para retratar esa música americana sobre la que aparentemente siempre resulta muy poco atractivo hablar pero que tampoco se prodiga tanto en disco, al menos en discos buenos.