El nuevo disco de Café Tacvba es una obra emocionante por su sinceridad y carencia de ironía. Por su falta de complejos y por su ambición justa. Siendo que ya hace siete u ocho años, ofrecieron el “sonido del futuro” en una hábil depuración de su lenguaje sonoro y asunción sutil de los ritmos locales, hoy discurren libres, unas veces reiterándose en algún discurso y aplicándose a las tendencias más actuales, y otras, sorteando límites sin forzarlos. Se reparten las voces más que en anteriores entregas, consolidando nuevamente la idea de cómo la singularidad de cada uno de sus cuatro integrantes puede insertarse en un todo único, reivindicativo de la entidad como “banda de amigos”.
Temáticamente hay en Sino una mirada sin disimulo a sus comienzos, asumiéndolos en aciertos y errores, con mucho cariño y sin pedir disculpas si se antojan algo nostálgicos. Y reinciden en ese “humanismo de la imperfección”, la búsqueda del fin sanador o cuando la perdida de lastre no deshace necesariamente el nudo del alma. Cuando cierran el disco dando gracias a la democracia y al estado de derecho, no puede uno más que erizarse con ellos y agradecerles nuevamente un viaje tan honesto y entretenido.
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