Bellwether, formados, aparecidos y radicados en la ciudad de Minneapolis (hay alguna que otra banda que participa de ese nombre) son, a pesar de la red mallada del myspace un ente que puede desaparecer o volatilizarse en cualquier momento y cuyo rastro virtual se limita a pequeñas muescas dejadas en estudios de grabación de provincias y a un último y genial disco publicado en el sello holandés Rosa Records. Son como el increíble hombre menguante del country alternativo. Eric Luoma y Jimmy Peterson, con el añadido de Mick Wirtz desde el tercer disco y un ocasional Phil Tippin han movido esta banda que ha terminado por recluirse sin remisión en su laboratorio musical.
Su primer disco, titulado Turnstiles data de 1998. Si bien ofrecía buenos cortes (King of the meantime, One more time), no dejaba de ser un acercamiento rendido a los trabajos de Uncle Tupelo o Jayhawks. En 2000 publican un segundo disco titulado como el nombre de la banda que, abriéndose con la irresistible 8th street, ya permite presumir cierto interés en minar las formas que les condicionaba hacia la copia estéril para centrarse en intentar nuevas vías por las que desgranar su propuesta. Sin embargo, los esfuerzos y planteamientos de Bellwether no cristalizan hasta Homelate (2002) donde ralentizan los ritmos y comienzan a imprimir a sus canciones esa patina casera y perezosa que las hace absolutamente reconocibles. Igualmente, este disco contiene temas más que notables, caso de Dim light, Croked Heart o Shallowing, que es ya una advertencia de lo que vendrá después y una liquidación de la deuda que mantenían con la precitadas bandas.
El siguiente, Seven and six (2004) destapa un planteamiento personalísimo o la manera de encontrar pepitas de luz en la desolación de una habitación cerrada y sin vistas. Half life, This time, I tought that you were dead son sólo tres títulos de los que contiene este disco excepcional, reposado y de autentica atracción cinemática que trasciende los géneros para dar un nuevo toque a la recreación de la música de raíz americana desde la sencillez de un pequeño estudio de grabación. Para el siguiente y ultimo The stinging nettles (2006), la banda parece que entreabre las ventanas. De la contemplación tranquila del papel de pared pasan a vislumbrar el exterior, alguna flor asoma. Las canciones, refrescadas tras una lluvia prolongada, parecen asomar tras un profundo letargo. There where days abre un disco magnético y acogedor, que retoma la electricidad de trabajos anteriores pero integrándola en particulares arreglos de guitarra y teclados que aportan a las canciones ese aire ensoñador y relajado. Come out walking cierra la obra con un soplo acústico, reconfortante y consciente que te da la justa medida de cual es el estado e intenciones de esta banda de vocación inequivocamente melancólica pero animosa a pesar de todo.
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