Esta gran obra de 1999, resulta acogedora y abrumadora con esas canciones acolchadas que se desbordan y crecen allá donde las dejan escapar. Porque Echo es como una gran fanfarria de rock americano y como una procesión de animales heridos en pleno rito de cicatrización. Rick Rubin, los apelativos mayestáticos se los tiene bien merecidos aunque sólo sea por este, ayuda a Tom Petty & the Heartbreakers a estilizar esta sucesión de pasos, obteniendo un sonido clásico y poderoso que confiere a este artefacto ese halo de disco esencial y estructural en la carrera de sus autores. Ante el letargo que pueden producir cosas como el posterior The Last Dj o para quienes se quedaron en el Petty de los 80, conviene recuperar o descubrir este Echo y abrazar su liturgia pagana seguros de sus propiedades sanadoras.
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