Descubrí el sonido de la calle llevando melocotones a MercaZaragoza y ya nada fue lo mismo. En 1995, La Cadena Dial prefería poner a La Fania All Stars antes que a El Puma, así que los alternaban.
Una mañana de sábado, en los preparativos de un viaje al corazón del frío, escuché Caminando de Rubén Blades en Todo Noticias y mi memoria trazó torpemente una línea imaginaria que marcaba La Ruta del Rock Latino cuando tal expresión no sonaba estúpida sino desafiante. Pensé en NG La Banda y en Distrito 34 de Sidney Lumet y al mismo tiempo fui tanteando otras opciones hasta que cayó al verano siguiente el Padre Nuestro, que abría la autovía en dos bajo el sol de las cuatro de la tarde.
Era un estilo que requería muchas explicaciones y que venía del empeño y de la concentración de una banda que se había reencontrado con la rutina un par de veces y se las había ingeniado para rugir de nuevo. Buscando presencia internacional porque querían y podían, hallaron amparo en dos talkin heads que les metieron en un marmita embravecida. El resultado fue mugre, fuego, abrazos, insolencia y contundencia en unos temas de lírica romántica y revolucionaria que superaban en su latente influencia al Casa Babylon del año anterior. Aunque no lo parezca, Los Fabulosos Cadillacs no tenían ambición de hacer historia sino de verter ese sonido urbano y caribe en unas canciones inolvidables. Respect.
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