martes, 29 de enero de 2008

Compilar con sustancia.


Como las corrientes subterráneas de la Historia de la música que son ajenas a las facciones críticas imperantes, a las bibliografías y a la hagiografía cantautoril son muchas veces pequeñas, infladas, utópicas y carentes de interés mediático, los compilados que nos ponen en la pista no suelen ir mucho más allá de la mera anécdota y el regodeo autoafirmativo de la singularidad. Así mismo, y por ejemplo, la electrónica japonesa o el rock americano hecho en Escandinavia, no tiene tanto interés como se presume ni barrunta tantas grandes obras como se quisiera.

Por eso, un disco recopilatorio como Moments of Value, 1992-2002 cumple una noble y necesaria triple función, saldando, informando y recuperando una escena descontextualizada geográficamente pero conectada por las mismas influencias y aspiraciones. Todo ello, a través de la presentación de más de una docena de bandas y artistas que a principios de los años 90, a partir de la llamada de atención que en la década anterior habían hecho algunos mediante la combinación y posterior mezcolanza de la música celta con el rock, el pop y el punk, principalmente The Pogues, Oysterband y The Waterboys, optaron por no continuar la misma línea indagatoria en las raices folk para acercarse a la tradición a partir de otras formas derivadas y concurrentes con la música independiente que afianzaba su concepto y se derramaba constantemente en multitud de escenas. Si bien unos cuantos continuaron la línea recta avanzada por los grupos citados, otros optaron por el camino retorcido, haciendo “eses”, desperdigándose y perdiéndose para siempre ante el desconcierto una veces y ante la indiferencia otras, producto todo ello, de la dificultad para perdurar a través de señas comunes e identificables y del propio desinterés de los mismos por introducirse en los canales del indie-rock.

El disco, lleno de canciones seminales y sobresalientes a cargo de gente como The Humpff Family, Karthoum Heroes, Wilde Oscars, The Drovers, Hada to Hada, The Floors o los aún en activo Kíla, ofrecen sendas propuestas entre el pop, la música celta en su lado más reflexivo y oscuro, permeables a las tendencias nuevas y resultando al final una especie de folk-rock lleno de huecos y desubicado. La cuestión es que la mayoría de estos proyectos perecieron o viraron el rumbo y como bien glosa en las notas interiores de este disco el compilador y periodista Jeremy Stirrat, “no es que se quiera trascender, que también, pues ni fueron precedentes de nada ni deudores de nadie, pero por favor, escucha este puñado de temas como lo que son, canciones de melodías y letras inspiradas con alguna solución musical interesante. Es lo que sus autores pretendían”.

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