Tan desesperados andan los ingleses por encontrar hitos musicales y referentes generacionales que queman a sus bandas jóvenes en un malsano ejercicio mediático totalmente estandarizado y reprochable. Así las cosas, quitando tres o cuatro excepciones, prefiere la prensa especializada tolerar a R.E.M. antes que a James o alabar ostentosamente a Johnny Cash mientras olvidan ignorantes a June Tabor. Con todo, parece que hay bandas y artistas que se sobreponen preservándose del “más difícil todavía”. Quiero pensar en Maxïmo Park, en los que ya se ha abandonado la anécdota recurrente de que si trabajan para WARP (sello de “música electrónica avanzada” dentro del cual, son el único grupo de “pop-rock convencional”) o que si toman el nombre de un revolucionario cubano ( Máximo Gómez), grabando un segundo disco rotundo (descontando el anterior Missing Songs que era un compilado de caras B y maquetas).
La urgencia de un primero que te hacia levantar la cabeza ( A certain Trigger) se mantiene y se afila en Our earthly pleasures, aún más acelerado cuando quiere y más ambiental si se le deja. No es habitual encontrar un grupo de pop que gusten de usar palabras de cuatro y cinco silabas en sus estrofas y tan consecuentes a la hora de hablar y planear su música desde la convivencia y aceptación de su herencia british. A la caza de la intensidad desde la contención y desde la modulación, los de Newcastle, abren todas las líneas con unas canciones memorables y con la ayuda acertada del gran productor Gil Norton (Counting Crows, Levellers...).
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