El director James Gray propone en The Yards (en España, titulada inexplicablemente La otra cara del crimen, 2002) una historia de indisimuladas resonancias de tragedia clásica en la que la vuelta a casa del “buen hijo” no es el desencadenante sino una excusa para mostrarnos un submundo decrépito que amenaza con devorar a los personajes en cualquier momento del metraje.
La excusa: una empresa dedicada a las redes de transporte haciendo uso de viles tretas y conspirando, por sortear o traspasar las normas de contratación pública con la contribución y la actitud de falsa resignación de la Administración. Vidas desguazadas sin saberlo en una ciudad cercana y reventada por un interés público enfermo, que no ha sabido sobreponerse a las exigencias que impone el lucro particular.
Mención especial merece todo el reparto (Mark Wahlberg, Joaquin Phoenix, Charlize Theron, James Caan, Faye Dunaway y Ellen Burstyn) que encarna tan acertadamente el desencanto que sobrevuela la cinta. El director, según manifestó, intenta trasladar el contenido y sus intenciones a la ambientación, en un interesante ejercicio de inspiración en artistas pictóricos como Edward Hopper, de la Tour, Caravaggio o incluso Goya. Claro está, que con Hopper es con quién más ajusta el resultado, obteniendo esa ciudad sepia que acompaña a los personajes en una trama que avanza dolorosamente en busca de un poco de redención.
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