domingo, 4 de mayo de 2008

Once: otro musical.

Resulta vano cualquier intento de valorar objetivamente Once ya que The Frames es desde hace años una de mis bandas de cabecera y en principio, esta película, así como su banda sonora o el proyecto The Swell Season, son derivados y afluentes de este grupo .irlandés. El director, John Carney fue bajo de The Frames en su primera época y el protagonista, es su líder natural y autor de las canciones.

La historia, de vocación sencilla, cuenta como un músico callejero (Glen Hansard), que toca de día temas conocidos para obtener el favor de los transeúntes y de noche se vuelca con sus canciones, conoce a una chica (Marketa Irglova); una inmigrante que vende flores en la calle para ganarse la vida y mantener a su madre e hija. Así las cosas, inician una peculiar y a la par sencilla relación, que les lleva a replantearse su momento vital y hasta colaborar en la grabación de un disco.

Todo transcurre de una forma muy simple, con pocos personajes, muchas canciones, sin pretensiones trascendentales en los diálogos y sin alardes trágicos. No obstante, los protagonistas de la historia no son actores profesionales y un poco, o mucho, hacen de si mismos, dejándose llevar por el relato e improvisando de forma natural. En este sentido, la edición en dvd contiene diversos extras que son casi un complemento necesario, como la presentación de la película en Madrid: después de la rueda de prensa, salen a la calle e interpretan a palo y a “voz en grito” cuatro versiones (Dylan, Van Morrison, Pixies y Daniel Johnston) en una disfrutable demostración de clase musical y escénica.

Once, ha recibido unos cuantos premios, hasta un Oscar a la mejor canción pero el relumbrón de los galardones no ha cambiado la percepción de la película como historia auténtica y viva. Viva porque nos hace cómplices de una ternura nada impostada y porque nos demuestra que el cine, es también un medio para seducir con historias personales sin auxiliarse de odiseas sentimentales, experimentos modernos o dogmas.

Recordando a Aidan Bartley.

Hace diez años que en la discográfica zaragozana Grabaciones en el Mar se publicó Between the Gutter and the Stars, obra del irlandés Aidan Bartley y disco excepcional e inesperado que hermanaba con naturalidad el folk anglosajón y el pop en unas canciones de temática amorosa en su mayoría que no disimulaban su querencia romántica en el sentido más decimonónico de la palabra.

Todo ello, había sido grabado en un estudio de la Barcelona de 1992, casi de tapadillo y en una época en la que el talante errante del músico había sido llevado a sus últimas consecuencias en una huída sentimental a la deriva. El caso es que después de pasar por dicha ciudad, Bartley recaló en Zaragoza y se instaló allí por algunos años. Pedro Vizcaíno, jefe, espíritu y "todo" de Grabaciones en el Mar, lo escuchó y lo publicó, permitiendo así que estas canciones compuestas en un especial “estado de gracia”, no se perdieran para siempre o al menos, no se perdieran por unos cuantos años más.

Between the... a base de una instrumentación cuasi acústica, de guitarra, bajo, violín, acordeón y percusión, obtiene en la grabación un ambiente entrañable, ofreciendo diez canciones, oscuras a veces, inquietantes otras y con una pretendida alegría nostálgica en alguna. Exceptuando Foreign legion y Dry stone walling, todos los demás temas hurgan en la herida amorosa, rememorando triste o despechado los momentos vividos (Fade away, Did your prince ever come? o Blue) hasta llegar a ese torrente final asumiendo lo pasado ( Waltz of regret ).

El tiempo transcurrido nos revela que parece que no se publicó en el momento más apropiado o por lo menos, ahora, con un “renacimiento folk” tan presente, es presumible que hubiera despertado más interés. Con todo y con amparo nuevamente de Grabaciones..., Aidan Bartley publicó Soulstream (1999), distinto a Between the... pero igualmente brillante, mostraba su interés por Philip Glass y los minimalistas contemporáneos, “europeizando” a Leonard Cohen y homenajeando a Kurt Weill en unas canciones estremecedoras de huesos, cuerdas y piano.

sábado, 3 de mayo de 2008

Sueños de acuarela.

Carey Ott es un antiguo empleado de banca de Chicago y Lucid Dream su único disco hasta el momento. Y uno de los mejores que salieron en el año 2006. Una vez más, no hay ninguna novedad y al tiempo, una impronta magnética. Con una voz más del british pop que del american rock, sonando lánguida a veces y firme otras, desgrana doce canciones que son imágenes y que se antojan siempre compuestas con colores primarios como los que componen la portada del disco. Los teclados, en dialogo continuo con las guitarras sin estorbarse, visten este pop-rock con algún filo soul o folk y con letras rendidas, delirantes e instantáneas. Daylight o Sunbathing son dos temas destacables de este disco que hace ya bastante tiempo que forman parte de los enseres que prefiero no dejar muy lejos.